¿Por qué fracasan los países?

© Pedro Morazán, 20.12.2021

De acuerdo, el título de este blog no es muy original que digamos. Y la pregunta tampoco es nueva. Los más versados habrán reconocido el título de uno de los libros más famosos de los economistas Aron Acemoglu y James Robinson publicado en el año 2012. He decidido releerlo ahora que agoniza este año 2021, en el que hubo elecciones históricas en Honduras y Chile. Lo he retomado no solamente por su enorme calidad, reconocida incluso por economistas renombrados, como J. Sachs quienes no siempre están de acuerdo con las tesis enunciadas por estos autores. También lo he retomado porque, leyendo por primera vez su otra gran obra bajo el nombre de „El pasillo estrecho“ (The Narrow Corridor. State, Societies, and the Fate of Liberty), publicado en 2019, pude notar que de hecho estaban profundizando lo expuesto en el su primer libro, de una forma más elaborada, digamos menos económica y más cerca de una visión histórica.

¿De qué se trata? Se me pidieran resumir los argumentos de dichas obras en una frase, diría pues que la tesis central de „Porqué fracasan los países“ es, que las instituciones politicas y económicas son la principal razón que explica las diferencias entre países exitosos y países fracasados. El título de la segunda obra nos lleva precisamente por los límites, generalmente estrechos, dentro de los cuales se mueven las relaciones de poder entre el Estado y la sociedad o quizas sería mejor decir los grupos sociales. El título de la traducción alemana del libro, „Equilibrio entre poderes“, me parece por tanto muy acertado. Como lo indica su subtítulo, „Estado, sociedades y como alcanzar la libertad“, es de alguna forma, un análisis crítico del concepto de libertad, no tanto en el sentido filosófico de Kant o Hannah Arendt sino más bien en el sentido politológico de John Looke, si es que se puede hacer tal diferenciación.

Los autores se refieren al Estado entendido como el Leviatán en la definición del gran filósofo inglés Thomas Hobbes („No hay sobre la tierra poder que se le compare“ (Job 41:24)). Para compactar mejor la experiencia histórica distinguen tres formas de Leviatan: el ausente, el despótico y el encadenado y aunque el diseño gráfico es cautivador, abre el espacio para mucha polémica justificada. Siempre es peligroso el reduccionismo en los procesos históricos. El Leviatan ausente, es decir la falta de poder estatal cohercitivo, ha existido en todos los continentes y aún existe en ciertas latitudes. En países como la Siria actual, por ejemplo existe el híbrido entre Leviatán despótico en Damasco y Leviatan ausente en muchas regiones del país. Libano por su parte, es descrito con mucho detalle, como un Leviatán ausente. A criterio de los autores, Europa logra construir sociedades participativas con Estados encadenados después de recorrer un „pasillo estrecho“ a partir de la Edad Media cuando los Francos llegaron a invadir las tierras dominadas por el imperio romano en decadencia. Producto de ello se produce un „matrimonio entre las normas de las tribus germánicas y las tradiciones legales y burocrático centralizadoras del Imperio romano„.

No cabe la menor duda de que „El pasillo estrecho„, como Libro, aparece más elaborado, a pesar de que por momentos lo anecdótico resulta un tanto repetitivo. „Nosotros nos basamos en Hobbes al teorizar sobre los Estados y las Constituciones, y empezamos por los problemas que resuelven y cómo limitan el comportamiento y resdistribuyen el poder en la sociedad“, afirman los autores. Precisamente por ello no pocos críticos ven en estas tesis una visión eurocéntrica de los problemas históricos. Contra esta critica se puede argumentar que el vasto número de ejemplos de diversas culturas que se analizan en el libro, dan evidencia suficiente a la tésis de que allí donde las normas impuestas limitan la libertad de manera excesiva („la jaula de las normas“), solamente un „Leviatán encadenado“, es decir un equilibrio de poder entre el Estado y la sociedad civil, puede ofrecer protección y un mayor grado de libertad.

El leviatan y la violencia en Honduras

¿Qué tiene que ver todo esto con el Estado de derecho en Honduras? La verdad es que se pueden recoger una serie lecciones de la historia, para el análisis de los retos que tiene Honduras por delante. Una de ellas se refiere al tema de la violencia, que como bien se sabe incluye en Honduras tanto la violencia proveniente de las llamadas „maras“, o „bandas juveniles“, como la del crimen organizado y no por último la violencia doméstica. Para combatir la violencia se requiere indudablemente un Leviatán fuerte que adquiera su legitimación a partir de la protección de los individuos y del control que puedan ejercer los grupos sociales legitimados, siempre y cuando cuente con los recursos materiales y humanos para asumir dicha función. La pregunta es ¿cómo proteger a las víctimas de la violencia sin caer en abuso de poder? La respuesta es, según los autores, con una sociedad civil fuerte que asuma el papel de instancia de control del aparato estatal.

Las maras son, en cierta forma, el resultado de Estados débiles en los países del llamado „triángulo norte“ (Guatemala, El Salvador y Honduras). Sin embargo esto no significa – la experiencia lo confirma – que la solución del problema se reduzca a implantar un Estado represivo, es decir, un Leviatán despótico. Las maras mantienen en zozobra a gran parte de la población urbana en los tres países mencionados. En Honduras la tasa de homicidios alcanza la cifra record de 41.2 por 100,000 habitantes, colocándose en el podio de los países más violentos de América Latina y el Caribe en 2019, solo superado por Venezuela (60.3) y Jamaica (47.4). Las maras llegaron a implantar normas propias en los barrios donde el Estado ha sido incapaz de entrar y aplicar la ley. En las áreas donde no se pudo, ni se quizo ofrecerle a la población, servicios públicos mínimos. Las bandas crearon la „jaula de sus normas“ en la cual aprisionan a los habitantes de barrios enteros. Por ello se trata de un fenómeno con una fuerte delimitación geográfica. Se circunscribe a vecindarios específicos. La existencia de un Estado fuerte debe ir combinada con amplios programas de reincersión social y combate a la pobreza. Un reto gigantesco para el nuevo gobierno.

No menos importante será el tema de la violencia doméstica que no es otra cosa que violencia de género. Según las estadísticas entre 2012 y 2020 se registró en Honduras la muerte violenta de 4,216 mujeres. El 61 % de dichos homicidios son calificados como feminicidios y perpetrados por hombres con vínculos con las víctimas. Esto significa que para muchas mujeres, la pertenencia a un grupo de parentesco no las libera de la dominación. La falta de libertad de las mujeres es mucho más dramática que la del resto de la población. La gran mayoria de las mujeres son prisioneras de la „jaula de las normas“ machistas heredadas del híbrido resultante de un proceso de colonización espureo. Una superación del drama de los feminicidios en Honduras solo es posible con la aplicación consecuente de las leyes para combatir la impunidad y el fortalecimiento de las organizaciones de la sociedad civil ocupadas con este flajelo.

La violencia del llamado crimen organizado será otro reto crucial para el nuevo gobierno. En los últimos decenios Honduras fue convertida en una especie de narcoestado. Si bien es cierto que el crimen organizado ha estado vinculado al todavia gobernante Partido Nacional, no se puede dar por sentado que otras organizaciones políticas o económicas estén excluidas. Existen evidencias al respecto. El ex líder del Cártel „Los Cachiros“, Devis Leonel Rivera Maradiaga, alegó en su testimonio ante los juzgados de Nueva York, que operaba con la ayuda o complicidad de varias élites políticas y económicas. Las investigaciones de campo realizadas por InSight Crime entre 2019 y 2020 descubrieron que los remanentes del grupo „Los Valle“ siguen operando, a pesar de haber recibido duros golpes con la captura de sus jefes. Tanto la policía, como el Ejército y el Poder Judicial, están fuertemente implicados en el narcotráfico en Honduras. Se tratará pues de una tarea herculeana „secar el pantano“ del crimen organizado en Honduras. También aquí, el único camino será un Leviatán encadenado, no solamente por la sociedad civil nacional sino por la cooperación internacional, especialmente la de los Estados Unidos, nación directamente afectada por el tráfico de cocaína.

Las obras de Aron Acemoglu y James Robinson son, en mi opinión, una lectura obligatoria para todas aquellas personas que busquen nuevas ideas para afrontar los retos que tienen países como los del triángulo norte. Honduras está en peligro de deslizarse por una ruta peligrosa. Las elecciones del año 2021 han sido sin embargo una muestra de alto civismo y anhelos de cambio. Especialmente la sociedad civil deberá asumir su rol de control cívico para lograr un Leviatán encadenado que permita asumir una ruta de emancipación y de desarrollo sostenible.

Pedro Morazán

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