El gobierno de Honduras se abstiene de condenar en la ONU, la anexión imperialista rusa en Ucrania

©Pedro Morazán, 13.10.2022

Por una mayoría apabullante la Asamblea General de la ONU aprobó el miércoles 12 de octubre una resolución para condenar los referendos ilegales en cuatro regiones de Ucrania (Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón) y los intentos de la Federación Rusa de anexionarse dichos territorios por la fuerza. Una de mis grandes sorpresas, al leer las noticias internacionales esta mañana, fue ver a Honduras junto a Cuba y Bolivia, como los únicos países del continente que se abstuvieron de condenar a Rusia. Al no salir de mi sorpresa me puse en “voz alta” la pregunta: ¿Qué significa eso? En voz alta significa, en tiempos postmodernos WhatsApp o twitter.

Un buen amigo, militante del partido de gobierno, me contestó inmediatamente, en tono campechano: “Que somos prorrusos”. Esta es una explicación que no le pareció plausible ni siquiera a él mismo. El susodicho me pidió, casi inmediatamente, que no le hiciera caso. “Que estaba bromeando y que él, como ingeniero químico, no es muy jugado en dichos temas y que los gringos son unos hipócritas. Además, el abstenerse en algo tan serio, es no querer meterse en problemas con nadie”. Lo que, para él, es una sabia decisión.

Como podrán imaginarse, dicha respuesta, en lugar de aclarar mis dudas, no hizo más que aumentar mis incertidumbres en torno a cuestiones elementales que, en mi opinión, van más allá de ideologías políticas y que, precisamente por ello, están plasmadas en la Carta de las Naciones Unidas.

La integridad territorial es inviolable

Una de ellas, es la referente a la integridad territorial. En el artículo 2.4 de la Carta de la ONU se lee: “Los Miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los Propósitos de las Naciones Unidas.”

Como bien se sabe los fundamentos más importantes para dicho acuerdo universal tienen su origen en la Paz de Westfalia de 1648 y la Segunda Guerra Mundial que llevó a la creación de la ONU. Que tengan validez universal, significa que han sido aceptados por todos los Estados miembros de la ONU, incluida la Federación Rusa. Especialmente el tema de la integridad territorial es algo que atañe especialmente a los países del Sur Global. Por eso Vasili Nebenzia, representante permanente de la Federación Rusa ante las Naciones Unidas, ha intentado evadir una responsabilidad acusando a “Occidente de hacer oídos sordos a los problemas del Sur Global y los llamamientos para que los aborde”. Rusia, el país más extenso del mundo, invade y anexiona territorios en Ucrania para defender al Sur Global? Interesante y atrevida tesis, que debería ser rechazada, no solo en Honduras, por su desbordante cinismo.

Es evidente que Rusia no dio respuesta satisfactoria a la aclamada resolución de la ONU por una simple razón: No existe tal respuesta satisfactoria. La sangrienta intervención militar del Kremlin en Ucrania es una flagrante violación al artículo 2.4 de la Carta de la ONU, entre otros. Además de ello, cada vez son más incuestionables los crímenes de guerra cometidos por las hordas rusas en los territorios ocupados militarmente. Por eso más de 140 países miembros de la ONU condenaron de nuevo la anexión ilegal de territorios ucranianos. Cabe preguntarse: ¿Por qué se abstuvieron, los que se abstuvieron?

Posibles motivos para abstenerse

En la lista de las 35 abstenciones aparecen China, Cuba, Bolivia, Argelia, Pakistán, Honduras o Malí, entre otros. Los motivos de la abstención de potencias nucleares como China o India son ya bastante conocidos y deben analizarse en el marco de la crisis del actual orden liberal internacional (LIO). El caso de Cuba también resulta evidente y puede ser enmarcado en el ya arcaico conflicto contra los Estados Unidos, que, si lo comparamos con el éxito de Vietnam, ha sido un sinsentido para ambos países. El caso de Nicaragua, que junto con otros cuatro países (Rusia, Bielorrusia, Nord Corea y Siria) votó en contra, tampoco merece comentario alguno.

Quedan pues, en el continente, Honduras y Bolivia. En mi opinión, todo lo que se pueda decir sobre Honduras vale también para el caso de Bolivia. La primera respuesta de mi mencionado amigo era: “Somos prorrusos”. A no ser que haya ocurrido algo repentido en las últimas 24 horas, mi percepción es que dicho argumento es falso, por lo menos en lo referente a la mayoría de la población hondureña, que es la que supone representar nuestra delegación en New York. La migración y las caravanas de hondureños en dirección a Estados Unidos, motivadas por la pobreza y la violencia, indican que los hondureños siguen siendo “pro gringos”. Ellos no migran ni a Nicaragua ni a Cuba. Ni siquiera en México se quieren quedar. Muy a pesar de los “gringos”.

En mis cavilaciones en torno a la respuesta del amigo, intenté trabajar hegelianamente con la dialéctica de las categorías del “ser” y el “no ser”. El ser desde una visión de antiimperialismo militante podría contener las siguientes dimensiones: a) Somos anti imperialistas; b) Somos neutrales. Abstenerse desde una posición antiimperialista implica que la delegación hondureña no reconoce claramente una violación del principio de integridad territorial, ergo no reconoce imperialismo. Es decir, para Honduras no queda claro que las cuatro regiones anexadas sean parte integrante del territorio ucraniano. El posible argumento de que Ucrania sea imperialista, no podría ser tomado en serio, dada la situación observable sobre el terreno. Tomando en cuenta que Honduras condenó en la ONU la invasión rusa a Ucrania en marzo del mismo año, abstenerse en octubre requiere una explicación. ¿Qué cambió entre marzo y octubre?.

Esta pregunta surge también en el caso de que se use el argumento de una pretendida neutralidad. Más allá de que para Honduras no pierde absolutamente nada al condenar la política imperialista de Putin, lo único que quedaría como justificación sería el famoso “no ser” hegeliano (en realidad fue Parmenides el padre del concepto). “No somos pro yankis”, diría mi militante amigo. El “no ser” pro yanki como justificación del “ser” antiimperialista es la tergiversación que hizo Stalin (entre muchas otras) de la teoría leninista sobre el imperialismo como fase superior del capitalismo. Esa interpretación mecanicista y no dialéctica conduce a una jerarquización que al final diferencia entre imperialismos buenos e imperialismos malos. No vamos a ahondar en ese tema. No vale la pena.

La lejanía como argumento

Estamos viviendo momentos cruciales en la historia de la humanidad. Es en tales momentos donde existe una responsabilidad estructural, como diría Iris Marion Young, podemos hacernos co-responsables por acción o por omisión. Honduras no rechazó (acción), como si lo hizo Nicaragua, pero si se abstuvo (omisión). Abstenerse de condenar violación de los principios elementales de la soberanía y la integridad territorial, nos hace corresponsables por omisión.

Linda Thomas-Greenfield, embajadora de Estados Unidos ante las Naciones Unidas, dijo en su discurso: «Un Estado miembro de la ONU, con un puesto permanente en el Consejo de Seguridad, ha intentado anexionarse el territorio de su vecino por la fuerza. Este Estado miembro de la ONU no solo ha puesto a su vecino en el punto de mira, sino que también ha puesto una diana en el principio fundamental de esta institución. Un país no puede tomar el territorio de otro por la fuerza».

En la era de la globalización no existe lejanía territorial cuando se trata defender principios fundamentales como la libertad individual o la integridad territorial. Tampoco importa el agente responsable de la acción. En momentos de crisis, la política exterior debe responder y corresponder a ciertos niveles básicos de consenso nacional, para que pueda ser creíble y coherente a mediano y largo plazo. Es difícil identificar dicho consenso en este caso concreto. Charles de Gaulle definió para Francia ese consenso en 1958, con una política exterior basada en “la grandeza”. Evidentemente que no se le puede pedir eso a Honduras. Lo que si se le puede pedir a los responsables, es identificar el valor que tiene la política exterior para impulsar proyectos económicos sólidos con aliados fuertes. De Gaulle le apostó impulsar la Comunidad Europea con su ex enemigo Alemania. Honduras necesita una política exterior que vaya orientada a asumir retos reales de la política interior en lo económico, lo social y lo ecológico. Lo ideológico es a menudo contraproducente. Por eso la abstención de la delegación hondureña en las Naciones Unidas, además de no representar un consenso nacional, es un precedente negativo que debe ser condenado por los amantes de la democracia y la autodeterminación de los pueblos.

 

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