Pedro Morazán, 10.04.2024
Una nueva noticia desde la Casa Blanca en Washington tiene fuertes impactos en las bolsas de valores en Nueva York y en el resto del mundo. El pasado miércoles, el presidente Donald Trump dio un drástico giro en su política de aranceles anunciando que los suspenderá por 90 días, es decir tres meses. Como resultado, ahora casi todos los socios comerciales se enfrentan a un arancel general del 10 por ciento, además de los aranceles del 25 por ciento que Trump ha impuesto a los automóviles, el acero y el aluminio. Evidentemente que este errático personaje se vio obligado a reaccionar ante los serios impactos que provocó su política arancelaria especialmente en los EEUU. A pesar de que afirmara, en sus ya características poses teatrales, que las caídas en los mercados financieros le tenían sin cuidado, tuvo que aceptar, al final, que dicho descenso había influido en su decisión.
La fuerte liquidación de los mercados de deuda pública estadounidense y del dólar son acontecimientos que implican pérdidas gigantescas, especialmente para millones de los fanáticos que le rinden un culto casi religioso. Todos los inversionistas, grandes y pequeños miraban con espanto como billones de dólares de valor bursátil se pulverizaban en cuestión de horas, sino de minutos. Agregado a ello, sus mismos correligionarios escuchaban con espanto las voces de alarma de expertos económicos que esbozaban, ahora sí, el espectro de la recesión.
Nada de lo anterior sería digno de una glosa en estos días en los que el mundo entero asiste atónico a ver la película de mayor suspenso producida por los EEUU con muchos villanos y muy pocos héroes por doquier. El nuevo capítulo de esta serie de terror se inició el mismo miercoles 9 de abril con un mensaje de Trump, protagonista estrella, a los estadounidenses. Inmediatamente después de la apertura de la nueva jornada de negociación en Wall Street, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, comentó el miércoles por la mañana sobre las pérdidas del mercado de valores de los últimos días. En su plataforma de redes sociales, Truth Social, instó a sus seguidores: “¡Manténganse tranquilos! Todo saldrá bien. ¡Estados Unidos será más grande y mejor que nunca!”. Cuatro minutos después la siguiente publicación. A las 9:37 a. m., hora del este, Trump escribe en mayúsculas: “¡¡¡ESTE ES UN GRAN MOMENTO PARA COMPRAR!!! DJT”.
Aquellos que siguieron el llamado del Presidente de Estados Unidos en ese momento y compraron las acciones adecuadas pudieron obtener grandes ganancias en un solo día de negociación. Unas horas después de su publicación, Trump anunció una pausa de 90 días en casi todos los aranceles. El mercado de valores reaccionó inmediatamente a esta noticia y los precios se dispararon repentinamente. Entonces la trama ha adquirido ahora un giro criminal cuasi inesperado: ¿Está el presidente manipulando los mercados bursátiles en beneficio personal y de su oligarquía? Esta es la pregunta que se hacen no solo los senadores demócratas y alguno que otro republicano con cargos enormes de conciencia y serios problemas estomacales.
No pocos senadores han pedido ya, de manera urgente, una investigación para determinar si el presidente Donald Trump incurrió en tráfico de información privilegiada o manipulación del mercado al animar a la gente a comprar acciones justo antes de su brusco cambio de postura sobre los aranceles globales. Al parecer, miembros de su oligarquía ganaron mucho dinero, al obtener acceso previo a dichas informaciones. “Este es Charles Schwab”, dijo Trump pocas horas después en conferencia de prensa, presentando al multimillonario de 87 años a corredores de autos. Y hoy ganó 2.500 millones (de dólares)”.
El guion es siempre el mismo, algunos de los vasallos se encargan de tapar el entuerto. Jamieson Greer, representante comercial de EEUU, se vio obligado a responder a los ávidos periodistas: “No se trata de manipular los mercados”, dijo Greer. Steven Horsford, representante demócrata por Nevada le gritó desde el fondo: “Esto parece hecho por amateurs, parece que tu jefe acaba de moverte el piso”.
No cabe duda de que estamos en plena guerra comercial. También en estas guerras son validos algunos de los principios ya enunciados por Carl von Clausewitz teórico militar prusiano. “La guerra es un acto de violencia para obligar al enemigo a cumplir nuestra voluntad”. La retirada arancelaria de Trump no solamente podría ser un signo de debilidad, sino incluso un error fatal en la guerra comercial de la presente administración. El hecho de que el secretario del Tesoro, Scott Bessent, planteara directamente sus preocupaciones a Trump es un síntoma más de que las cosas están empezando a escaparse del control. Lo que ocurra en los próximos días podría ser determinante para una administración que cada minuto parece ser víctima de sus propios errores.
Con sus rostros compungidos tanto Bessent como el secretario de Comercio, Howard Lutnick aparecían sentados en el Despacho Oval para escribir su anuncio. Para justificar su giro, Trump apeló a su buen corazón y a sus instintos: “No tuvimos acceso a abogados, simplemente lo redactamos. Lo escribimos con el corazón, ¿no? Lo escribimos con el corazón, y creo que también estuvo bien escrito, pero lo escribimos con el corazón”
Noventa días son un lapso ideal para organizar la defensa y derrotar al agresor. Para retomar a von Clausewitz: La defensa es la forma superior de guerra por varias razones. La defensa no significa esperar estáticamente el ataque del rival, sino maniobrar con flexibilidad y tener la posibilidad de contraatacar. Según la teoría de Clausewitz, alguien que está estratégicamente a la defensiva también puede proceder tácticamente a la ofensiva. En dicha situación se encuentra actualmente la UE para quien una pausa de 90 días es una oportunidad dorada de organizar una defensa que culmine en un contraataque fulminante.
Es de suponer que también China está en capacidad de esperar hasta que las fuerzas del contrayente sucumban victimas de sus propios actos. Brooks, ex gerente de Goldman Sachs y economista del FMI, ve la mayor amenaza a la estabilidad financiera global en una posible devaluación del yuan chino. Brooks advierte que “una devaluación del diez por ciento del yuan (divisa china) causaría un infierno en los mercados estadounidenses, los que se derrumbarían”. China podría vender algunos de sus bonos del gobierno estadounidense como contrarreacción a los drásticos aranceles de importación sobre sus productos. Según datos del Tesoro de Estados Unidos, China poseía recientemente 760.800 millones de dólares en bonos gubernamentales, lo que la convierte en el segundo mayor acreedor extranjero de Estados Unidos después de Japón.
El equipo económico de Trump parece ahora más ocupado en justificar sus medidas contradictorias que en ofrecer los elementos de una estrategia coherente que tranquilice a los mercados. Existen motivos suficientes para vaticinar que el desorden provocado no podrá ser restablecido en el corto plazo. La incertidumbre se apoderó de los empresarios, los inversionistas de capital financiero y los gobiernos de las principales potencias comerciales. Habrá que esperar el nuevo capítulo de esta serie que no parece vaya a tener un final feliz.