© Daniel Kahneman, Foto Flickr

Daniel Kahneman: Pensando despacio sobre el impacto de su obra

© Pedro Morazán, 28.03.2024

“No soy ‘libre para la muerte’, sino que soy un ‘mortal libre’.”

Jean-Paul Sartre, “El ser y la nada”

El pasado 28 de marzo dejó de existir, a la edad de 90 años, el premio Nobel de Economía israelí-estadounidense Daniel Kahneman. Kahneman se hizo mundialmente famoso en el campo de la «economía del comportamiento». Sus investigaciones fueron tan geniales, que en 2002 recibió el Premio Nobel de Economía, a pesar de no ser economista, si no un sicólogo que había incursionado en el controvertido mundo de la Economía. La declaración de la Academia, sonaba en su momento como una disculpa en la que se expresaba que Kahneman había «integrado conocimientos de la investigación psicológica en el análisis económico». Permítasenos ahora, hacer un breve recorrido por la vida y obra de este genial pensador.

Seguramente no será de mucha importancia mencionar aquí que logré adquirir su obra máxima que lleva el título “Pensar rápido, pensar despacio” hace unos cinco años, en la legendaria librería “Barnes & Noble”, en la 5th Ave de la ciudad de New York. A pesar de las innumerables obligaciones a las que estaba abocado, como delegado de la sociedad civil, a la Conferencia sobre el Financiamiento al Desarrollo de las Naciones Unidas, mi fascinación, al hojear por primera vez dicho libro, desvió un tanto mi atención de los debates en parte interesantes y en parte tediosos. Esto no hacia más que confirmar in situ, las tesis formuladas por el Nobel en dicha obra. No sé si la causa era el árido lenguaje de los documentos oficiales y las intensas reuniones en torno al tema que nos había llevado a dicha metrópoli, o el fluido lenguaje de Kahneman, los que me llevaron a sumergirme en sus páginas y en los temas en ellas abordados. La verdad es que ya aterrizando en Frankfurt, camino de regreso, había devorado más de la mitad de esa extraordinaria obra y aún deambulaban en mi mente las posibles conexiones con la filosofía de los clásicos del idealismo alemán. Hoy, soy de la opinión que los libros de Kahneman son lectura necesaria, no solo para los economistas, si no también para el resto de los mortales que quieran, como yo, conocer los secretos vericuetos del funcionamiento de nuestra mente.

No soy supersticioso, ni mucho menos, pero precisamente esta mañana extraje de mi desordenada biblioteca un ejemplar de “Noise” (Ruido), su segundo best-seller, con la intención de escribir una reseña de la misma. Ahora, después de su desaparición física, valdrá la pena hacer, más bien, una descripción somera del contexto de la obra de este gran pensador. Ella constituye, para expresarlo en palabras de Jean Paul Sartre, “la esencia de su existencia”.

Kahneman fue “arrojado” al mundo en Tel Aviv en 1934, durante una visita que hacían sus padres de origen judeo-lituano a esa joven ciudad. Ellos, de hecho, se habían visto obligados a refugiarse en Francia, huyendo por entonces, de la persecución del nazismo. En 1940 su padre fue internado durante seis semanas en un campo de concentración, pero logró ser liberado por intervención de los patrones de la empresa para la cual trabajaba. Kahneman tuvo pues que enfrentar el miedo a la muerte ya desde su niñez. Por fortuna contaba siempre con la sabiduría de su madre, quien le explicaba con amor, que “la gente era terriblemente complicada e interesante”. La familia emigró a Israel en 1948. Allí obtuvo su licenciatura en psicología y un master en matemáticas en la Universidad Hebrea de Jerusalén en 1954. Su doctorado lo obtuvo en 1961 analizando estructuras correlacionales y, al igual que este servidor, utilizando el famoso lenguaje de programación Fortran, ahora condenado al olvido, en su tesis doctoral. Después de una fructífera labor académica cuyo péndulo se movía entre Jerusalén, Canadá y Princeton, Kahneman murió en New Jersey a finales de marzo de 2024.

Pensar rápido, pensar despacio

El libro “Pensar rápido, pensar despacio” es una interesante incursión en los mecanismos que rigen la forma en que actuamos y respondemos a los retos cotidianos de la experiencia. En base a una serie de interesantes experimentos, Kahneman llegó a formular la teoría de que nuestra conciencia trabaja con dos “yo” que interactúan como dos sistemas, en base a los cuales orientamos nuestro comportamiento a la hora de tomar decisiones, sean éstas banales o trascendentales. Aunque de hecho solo existan metafóricamente, ambos sistemas son de vital importancia para nuestra existencia y aseguran, desde un punto de vista evolutivo, nuestra supervivencia. El Sistema 1 es el rápido e intuitivo, el que nos permite reaccionar de manera automática, si nos damos cuenta, por ejemplo, de que un vehículo se acerca en nuestra dirección a alta velocidad.  El Sistema 2, en cambio, es lento y reflexivo. Una de las funciones más importantes del Sistema 2 es la de controlar al Sistema 1. Si se hiciera una película sobre su libro, confiesa Kahneman, el héroe indiscutible sería el Sistema 1. Kahneman pone el siguiente ejemplo, entre muchos, en este su valioso libro, pidiendo resolverlo sin reflexionar mucho previamente:

Un bate y una pelota cuestan 1.10 dólares
El bate cuesta un dólar más que la pelota
¿Cuánto cuesta la pelota?

© Daniel Kahneman: Pensar rápido y lento, foto Pedro Morazán

En la mayoría de los casos la respuesta intuitiva, que primero se nos viene a la mente es 0.10, es decir 10 centavos cuesta la pelota. Dicha respuesta es, evidentemente falsa y corresponde a la rápida e intuitiva reacción del Sistema 1. Recién bajo la intervención del Sistema 2 podemos darnos cuenta de que la respuesta correcta es 0.05 es decir 5 centavos cuesta la pelota. Esto significa que si el bate cuesta 1.05 dólares, este sería un dólar mayor que el precio de la pelota. El hecho de que muchas de nuestras respuestas a situaciones cotidianas se den a través del Sistema 1 conduce a sesgos y errores cognitivos de los que a veces ni nos damos cuenta, pero que pueden tener consecuencias negativas en nuestra toma de decisiones o evaluación de situaciones. Esto es válido no solo para los agentes económicos, sino también para los agentes políticos o para todo tipo de profesionales sean estos médicos o ingenieros.

La «comodidad cognitiva» del sistema 1, es el mecanismo que nos permite reclamar o no la intervención del sistema dos, aunque estemos o no concientes de ello. Para resolver situaciones más complejas, la comodidad cognitiva se convierte en la «tensión cognitiva» del sistema 2. Ambos mecanismos son necesarios y no sustituibles, sino complementarios. De lo que se trata al final, es de encontrar el equilibrio óptimo entre estos dos sistemas, tomando en cuenta que existen normas en nuestro cerebro que nos permiten jusgar, pero que éstas igualmente están influenciadas por las emociones. Es más, en palabras de Kahneman la principal función del sistema 1, «es mantener y actualizar un modelo de nuestro mundo personal que represente lo que en él es normal». Para poder manejarnos en el mundo necesitamos las intuiciones, el problema es que estas pueden estar sesgadas por ilusiones, atribuciones intencionales, ambigüedades reprimidas, constrastaciones positivas y un sin número de otros mecanismos que pueden ser razonables pero no racionales. De hecho, no pude evitar relacionar sus tesis con la metafísica trascendental de Immanuel Kant, quien en su «Crítica de la Razón Pura«, resaltaba las limitaciones del empirismo de Hume, filósofo muy citado por Kahneman, y las del racionalismo de Descartes.

En su “Economía del Comportamiento” Kahneman le da mucha importancia a lo que él denomina las heurísticas y los sesgos cognitivos. Las primeras son atajos mentales que pueden llevarnos a cometer errores como el expuesto más arriba. Para poder emitir juicios en el dia a dia necesitamos tomar las informaciones que tenemos a la mano. A veces lo hacemos tomando estereotipos, con lo que actuamos en base a la heurística de la representatividad. Otras veces lo hacemos en base a recuerdos y entonces nuestra heurística es de la disponibilidad. Si, en cambio, nos apoyamos en nuestras propias hipótesis, actuamos en base a la heurística de la confirmación. En vista de que son intuitivas, las heurísticas no siempre coinciden con el análisis probabilístico. La desviación existente entre el juicio heurístico intuitivo y el juicio probabilístico se define como margen de error o sesgo cognitivo. El sesgo cognitivo es pues, una desviación sistemática del razonamiento objetivo que influye en las decisiones y los juicios. Es importante resaltar aquí lo que, en la «Economia Conductual» de Kahneman y Amos Tverski, se conoce como «efecto halo», consistente emitir juicios erróneos debido a la falta de información suficiente y una elevada incertidumbre. Un sesgo cognitivo en política puede ser, por ejemplo, rechazar una propuesta correcta y razonable porque ésta proviene de una persona identificada con el bando contrario.

Por otra parte, resulta interesante relacionar nuestros razonamientos en las tomas de decisiones con lo que nos da la memoria como información, ya que la realidad nos demuestra que recordamos de las situaciones, los estímulos fuertes y los momentos finales. En los llamados experimentos del “agua fría”, Kahneman había llegado a descubrir, ya en los años noventa, la existencia de al menos dos “yo” en nosotros: el yo experimentador y el yo narrador. El yo experimentador es nuestra conciencia constante, que de hecho no recuerda nada. El yo narrador, en cambio toma atajos y como algún poeta o periodista, teje el relato a partir de momentos culminantes y, resultados finales. Con dichos descubrimientos “de laboratorio” Kahneman nos revela secretos cruciales de nuestro comportamiento que son retos enormes para la filosofía a la hora de ocuparse con el fenómeno de la experiencia y la conciencia.

El exceso de confianza puede surgir como resultado de algunas ilusiones. Una de ellas es «la ilusión de entender» que surge cuando, basados en una falacia del pasado, hacemos projecciones incorrectas sobre el futuro. En su libro, «El Cisne Negro«, Nassim Taleb introdujo el concepto de «falacia narrativa» para describir, de manera genial dicha ilusión. El sesgo cognitivo resultante de la primera impresión que pueda causarnos una persona o una circunstancia contibuye a desarrollar la ilusión de entender. La otra es «la ilusión de la validez», que se explica por el efecto de pensar que «lo que ves es todo lo que hay» y que Kahneman denomina WYSIATI (What you see is all there is).

Otra posible causa del exceso de confianza, la constituyen las intuiciones. En el capítulo bajo el nombre, intuiciones versus fórmulas, Kahneman describe porqué los expertos son inferiores a los algoritmos. La complejidad en la elaboración de modelos explicativos puede estar sesgada por una intuición falsa que produce resultados menos válidos que los de un algoritmo. Creo que esto tiene serias implicaciones a la hora de asociarlo con la Inteligencia Artificial. En esta misma linea la pregunta de ¿cuándo podemos confiar en la «intuición experta»? resulta consistente y la respuesta no es tan fácil como aparece a primera vista. De cualquier forma, se pueden identificar por lo menos dos condiciones para adquirir capacidades: un ambiente lo suficientemente regular para ser predecible y, segundo, la oportunidad de conocer irregularidades a travez de una práctica prolongada. Un experto en ajedrez es quizas el mejor ejemplo para ambas condiciones.

El sesgo optimista puede considerarse como el más destacable de los sesgos cognitivos y parece ser el motor del capitalismo. «Quien sea optimista por temperamento, debería ser precavido en medio de su contento», dice Kahneman. La hipotesis de trabajo es que las personas que más influyen en los demás son optimistas y demasiado confiadas y, por lo tanto, asumen más riesgos de lo que piensan. Lo interesante es que, esto se mantiene así a pesar de que la evidencia estadística que pronostica el posible fracaso de los emprendedores en los Estados Unidos y otros países capitalistas es apabullante. Resultan esclarecedoras y de mucha ayuda la enumeración de los sesgos cognitivos que conducen a subestimar la competencia y que son el resultado del efecto WYSIATI proveniente del sistema 1.

Las elecciones que tomamos en nuestra experiencia pueden estar determinadas por innumerables sesgos. Uno de ellos puede ser lo que se conoce como los «errores de Bernoulli». Kahneman logra destinguir en la cuarta parte del libro dedicada a «las elecciones», la diferencias de enfoque entre la sicología y la economia, como ciencias. Me atrevo a decir que esta es la parte central del libro para los economistas que quieran saber porqué Kahneman recibio el Nobel de Economía.

Un aspecto interesante de la obra se refiere a la relación entre lo racional y lo razonable, tal como se entiende en el lenguaje común: La racionalidad es la coherencia lógica, lo razonable no. Parafraseando al economista Richard Thaler, identifica dos especies, de hecho muy relacionadas con los dos sistemas: los Humanos y los Econos. Los Econos son racionales por definición, pero existe enorme evidencia de que los Humanos no pueden serlo. Kahneman cuestiona la validez de las premisas elaboradas en torno a la pretendida racionalidad de los Econos. Se parte de la idea de que mientras los Humanos trabajan solo con el sistema 1, los Econos son más lógicos y consistentes, pues basan sus decisiones en la utilidad. Al parecer esto determinó el momento en que Kahneman y su amigo Tverski se decidieran a tratar el tema como un proyecto de investigación con las consecuencias que hoy conocemos. A travez de sus estudios en base a la teoría de juegos, ambos sicólogos lograron redactar el legendario ensayo bajo el título, «Prospect Theory: An Analysis of Decision Making Under Risk«, publicado en la prestigiosa Revista «Econometrica» en Marzo de 1979. Dicho artículo era la carta de defunción de la «teoría de la utilidad esperada» como modelo descriptivo, sustituyendola con su «teoría de las perspectivas».

En los «Dos Yo» de la quinta y última parte del libro se discuten los dos significados que se le han dado al término de utilidad desde Jeremy Bentham. Kahneman introduce el concepto «utilidad de la decisión» para distinguirlo de la noción de Bentham («utilidad experimentada»), que como bien se sabe se basaba en las opciones que tiene la naturaleza humana entre el sufrimiento y el placer. En base a experimentos con «hedonimetros», Kahneman introduce aquí el concepto de «los dos yo», que no son lo mismo que los ya mencionados sistemas 1 y 2. El «yo que experimenta» es el que responde a la pregunta «duele?» y el «yo que recuerda», el que responde a la pregunta «como ha sido todo?». Confundir la experiencia con el recuerdo de la misma, es una peligrosa ilusión cognitiva. Al contrario del yo que recuerda, el yo que experimenta no tiene voz. Para poder determinar el grado de bienestar de una sociedad es importante considerar la llamada «ilusión de focalización» en la que caen generalmente las personas. En resumen, optimizar el equilibrio entre el yo que experimenta y el yo que recuerda podría aumentar el bienestar de las personas.

Evidentemente que sobre este libro hay mucho que decir y no dejan de ser controversiales algunas de las conclusiones que llegó sacar Kahneman y que le valieron el Premio Nóbel. Es importante, sin embargo, detenerse en una de las categorías de análisis utilizada por Kahneman: la racionalidad. La racionalidad de los llamados agentes económicos constituye uno de los pilares del pensamiento económico desde Adam Smith hasta la fecha. Kahneman, al igual que Amartya Sen, pero por otros senderos, logró cuestionar esta llamada «actitud racional” definida en la “teoría de la elección racional”. Kahneman, sin embargo logró determinar, de manera experimental, que los sujetos económicos evalúan las situaciones económicas en forma fragmentada influidos por la manera en que se enuncia el planteo de la situación. A esto lo denomina el «efecto de marco» lo que conduce a que el llamado “axioma de la invariancia” no se cumpla. Según Kahneman, «La invariancia requiere que el orden de preferencia entre prospectos no dependa de la forma en que se describen», es decir que en la elección racional no deben influir la descripción de los hechos. Con ello la decisión tomada no podría ser catalogada como racional.

Ruido: Un defecto en el juicio humano

Nuestro segundo libro, “Ruido” lleva el sugestivo subtítulo “Un fallo en el juicio humano”. Con ello queda claro en que dirección nos va a llevar el autor: Allí donde se emiten juicios existe el ruido, incluso con mayor amplitud de la que nos podamos imaginar. Esta frase es quizás el hilo conductor de todo este libro.

© Daniel Kahneman, «Ruido: Un defecto en el juicio humano», Foto Pedro Morazán

¿A quién de nosotros no le ha ocurrido lamentar haber tomado una decisión equivocada? El ruido interviene no solamente a la hora de perder el control conduciendo un automóvil, en una de las tantas abarrotadas calles de Tegucigalpa o cualquier otra ciudad de América Latina. El ruido influye también las decisiones en momentos en los que aparentemente no está presente: El ruido puede llevar a un profesor de escuela a darle notas diferentes a los alumnos, a pesar de calificar los mismos rendimientos, acompaña también a los padres de familia a la hora de juzgar de manera diferente a un hijo ante idénticas situaciones o, lo que es peor, llevar a un juez o un policía al juzgar un delito de manera incoherente.

Después de describir muchos ejemplos de la vida real, Kahneman nos indica que un juicio es una forma de medición, siendo el intelecto humano el instrumento de dicha medición. Por medio de dicho intelecto el objeto de la mencionada medición obtiene una nota o puntaje, explicito o implícito. Ejemplos de tales juicios son: “Vladimir Putin logró un triunfo contundente en unas elecciones libres” o “Los combustibles deberían subsidiarse en un 15% este año”. En este punto no es posible evitar la famosa división que hacia Immanuel Kant entre juicios analíticos y juicios sintéticos (a priori y a posteriori). Sin embargo la intensión de Kahneman no es tan “trascendental” como la del filósofo de Königsberg. El «ruido» es, en su definición, la dispersión de juicios que deberían ser los mismos. En otras palabras si los 10 miembros de un jurado en Nueva York emiten todos el mismo juicio, el ruido es decir la dispersión, es igual a cero. A mayor dispersión, respecto a un objetivo, mayor es el «ruido».

Según Kahneman algunos juicios son predictivos y otros son evaluativos. De aquellos algunos pueden ser medidos o examinados y otros no. Esto tiene consecuencias especialmente si tomamos en cuenta que además del “ruido” existe lo que él llama “sesgo cognitivo” que también juega un papel determinante a la hora de emitir un juicio. El “sesgo” se da cuando la mayoría de los errores o desviaciones en diferentes juicios, se cometen en la misma dirección. Por ejemplo si para el mismo delito los negros reciben condenas mayores que los blancos.

No nos vamos a extender aquí para explicar lo que significa, por ejemplo, el ruido sistémico o las importantes diferencias entre los mencionados juicios predictivos y los evaluativos. Tampoco vamos a mencionar la relevancia que dichos temas tienen en el campo de la política o de la economía. Se trata de motivar a los lectores a leer el libro. Lo que si es importante mencionar para cerrar este apartado, es que tanto el ruido como el sesgo se pueden reducir aplicando una serie de métodos desarrollados para situaciones específicas en las que puedan surgir dichos fenómenos.

A pesar de sus contribuciones significativas, el enfoque de Kahneman y la economía del comportamiento también han enfrentado ciertas controversias y críticas. Uno de los argumentos es que su trabajo puede conducir a una visión pesimista de la racionalidad humana, al sugerir que las personas están inherentemente sesgadas en sus decisiones. Con esto, algunos economistas clásicos argumentan que dicha perspectiva subestima la capacidad de las personas para tomar decisiones informadas y racionales en contextos económicos.

Además, algunos críticos han señalado que los hallazgos de Kahneman y su amigo Amos Tversky pueden no aplicarse universalmente en todos los contextos culturales y económicos. Creo que este reproche de falta de universalidad, que ya había sido enunciado por otros pensadores económicos entre los cuales vale la pena resaltar al mencionado Amartya Sen, es un argumento a ser tomado muy en cuenta. Especialmente si se subraya que la mayoría de sus experimentos se basaron en muestras con personas provenientes de los llamados países occidentales. Más allá de la validez de dichas críticas, considero que los descubrimientos de Kahneman, han abierto el horizonte de las ciencias económicas más allá incluso de la psicología. Los retos alcanzan también, en mi opinión, preguntas claves de la filosofía moderna.

Referencias

Kahneman, D. (2011). Thinking, fast and slow. Penguin, UK.

Kahneman, D.; Sibony, O.; Sunstein, C. R. (2021). Noise. A Flaw in Human Judgement, Little, Brown Spark, New York