Franz J. Hinkelammert – un pensador teológico de la liberación y un amigo

Una apreciación muy breve de Ulrich Duchrow

Franz Hinkelammert murió el 16 de julio de 2023 a la edad de 91 años. Por ello, me permito como un amigo, expresar unas palabras personales antes de que se aprecie su importancia para la teología y la sociedad. También dice algo sobre la reflexión, cuando se puede afirmar de alguien: Era una persona tremendamente humana, amable, un gran conversador, bromista, capaz de reír con ganas, pero sobre todo, apasionadamente comprometido con la justicia. Lo conocí por primera vez en 1984. Yo había contribuido con un ensayo para un libro publicado por Jürgen Moltmann sobre el 50º aniversario de la Declaración Teológica de Barmen de 1934 contra los nacionalsocialistas alemanes.[1] En él planteaba la tesis de que hoy la economía mundial capitalista debe desafiar a la iglesia a hacer un compromiso claro, como lo hizo contra el nacionalsocialismo. Nadie quería apoyar el llamado, muchos me declararon demasiado radical. Luego leí acerca de una conferencia que Franz había dado en la comunidad estudiantil de Frankfurt. Concluyó con la pregunta de si el capitalismo actual no representa un “status confessionis” para la iglesia. Inmediatamente lo contacté. Desde entonces hemos sido amigos y compañeros de armas. Todas las personas que lo conocieron durante su compromiso -y son muchas, sobre todo en América Latina, Alemania y Suiza- lo extrañarán mucho como amigo y pensador creativo.

© Foto: cortesia de Norbert Arntz

De Alemania a América Latina

El hecho de que un economista estudiado – Franz se doctoró en la Universidad Libre de Berlín (FU) con una tesis sobre la economía planificada soviética- se convirtiera en uno de los más importantes teólogos de la liberación es poco común. Había sido nombrado titular de la cátedra de Economía Política en la FU. Sin embargo se le denegó su nombramiento como profesor debido a su compromiso político con la Unidad Popular chilena de Salvador Allende quien después resultaría electo presidente de Chile.

Su importante actividad intelectual y política se desplazó de Alemania a América Latina. Esta actividad se extiende por diferentes fases.[2] En 1970 se convirtió en asesor económico del gobierno de Allende en Chile, donde era miembro de Cristianos por el Socialismo. Después del golpe militar de Kissinger-Pinochet, contra el presidente Allende en 1973, solo pudo evitar el arresto huyendo a Alemania a través de la embajada alemana en Santiago. En 1976 regresó a América Latina y fundó el DEI (Departamento Ecumenico de Investigaciones) en Costa Rica con los teólogos bíblicos Pablo Richard y Hugo Assmann, quienes también se habían visto obligados a huir de Chile. El DEI se convirtió con Franz en el centro intelectual de la Investigación y formación de la teología de la Liberación en América Latina (e internacionalmente).

Las armas ideológicas de la muerte

Su obra consta de muchos libros y artículos, escritos principalmente en español y alemán. Es importante resaltar su impacto personal en muchos jóvenes investigadores y activistas que participaron en sus seminarios en Honduras y Costa Rica. Su influyente libro “Las armas ideológicas de la muerte” es un análisis fundamental sobre la metafísica del capitalismo.[3] Ya aquí aparecen motivos básicos de su pensamiento, que luego se desarrollan en varias obras. El punto de partida es el análisis del fetichismo de las mercancías, el dinero y el capital de Karl Marx. Analiza aquí, la percepción de que en la sociedad capitalista las personas han renunciado a su subjetividad y están siendo guiadas desde atrás hacia la compulsión de crecer en todas las áreas, la compulsión por la acumulación de capital. Esto se conecta directamente con la crítica bíblica de los ídolos que exigen sacrificios humanos y el análisis de desarrollos concretos hacia la muerte en la economía mundial capitalista globalizada, una percepción profética dadas las múltiples crisis de nuestra civilización actual.

Los ideólogos de la modernidad ya están deconstruidos en este libro. Por ejemplo, Max Weber y Milton Friedmann, como los exponentes del liberalismo clásico y el neoliberalismo, que recién llegaba al poder en ese momento. El reino de la muerte se opone al reino de la vida, bíblicamente diseñado, especialmente en Pablo en la dialéctica de la cruz y resurrección del cuerpo, interpretada materialistamente.

Crítica de la razón utópica

Ya en 1984, después de los primeros años del neoliberalismo en EE.UU. y Europa, continuó ocupándose de las principales corrientes de la teoría social moderna. Publicó un libro bajo el título «Crítica de la razón utópica«. En dicho libro se ocupa de los principales representantes del paradigma neoclásico de Peter Berger, Friedrich A. Hayek, Karl Popper. Igualmente hace una crítica del pensamiento soviético y anarquista. Su tesis es que tanto la absolutización del “plan” como la del “libre mercado” conducen al totalitarismo. El plan y el mercado deberían ser vistos, según Hinkelammert, como complementarios y diseñados para ser factibles en la dirección de satisfacer las necesidades básicas. Esto restituye al hombre como sujeto de la práctica política.

Franz Hinkelammert continuó este enfoque en varias direcciones, primero en reflexiones sobre cómo este sujeto actuante responsable puede afirmarse contra la ley totalitaria del mercado en la dirección del bien común (El sujeto y la ley. El retorno del sujeto reprimido). Complementó este tema central político-económico con dos libros brillantes sobre el evangelio de Juan y el origen del pensamiento crítico en el Apóstol Pablo (“El grito del sujeto – del teatro mundial del Evangelio de Juan a los años caninos de la globalización y “La maldición que pesa sobre la Ley. Pablo de Tarso y el pensamiento crítico”).

Los tres pilares: trabajo, propiedad y dinero

En una especie de trilogía, , desarrolló, junto con otros autores, alternativas político-económicas a la economía capitalista de la muerte con miras a sus tres pilares: trabajo, propiedad y dinero, desde la perspectiva de «Hacia una economía para la vida«.[4]  Aquí ntroduce los derechos humanos como criterio de una economía al servicio de la vida. La segunda obra de esta serie trata de la inversión de los derechos humanos en su contrario a través del sistema de propiedad capitalista (basado en Thomas Hobbes y John Locke) y su superación a través de un nuevo sistema de propiedad «desde abajo» («La vida es algo más que capital. Alternativas a la dictadura global de la propiedad«)[5]. Se trata, en definitiva, de superar la civilización de casi tres mil años que ha prevalecido hasta el día de hoy, que en relación con el trabajo explotado y la propiedad privada está impulsada por el aumento del dinero y la consecuente presión para crecer (“Transcending Greedy Money: Interreligious Solidarity for Just Relations)[6].

Esta civilización debe ser sustituida por una cultura de la vida, ya que es suicida, como ahora todos pueden palpar no solo con sus manos, no solo frente a la catástrofe climática. Lo emocionante es que simultáneamente con el surgimiento de esta civilización en la llamada Era Axial (siglo VIII a. C. hasta el Imperio Romano), surgieron religiones y filosofías (no solo la profecía judía y la Torá y el movimiento de Jesús y el cristianismo y el Islam junto con la filosofía crítica griega, pero también el budismo en la India y el taoísmo y el confucianismo en China). Sobre esta base, se puede desarrollar la crítica a la adaptación de las religiones al capitalismo y, al mismo tiempo, combinar sus fuerzas teológico-liberadoras con los movimientos sociales, lo que fortalece el poder compensatorio necesario para promover la transformación vital.

La dialéctica y el humanismo de la praxis

Franz Hinkelammert publicó entonces un asombroso trabajo que resume los hilos que aquí solo se insinúan y que, por lo tanto, deberían tratarse con más detalle aquí:  La dialéctica y el humanismo de la praxis. Con Marx contra el suicidio colectivo neoliberal.  Cualquiera que conozca los primeros libros de Franz Hinkelammert leerá este libro como la rica cosecha de una larga vida de lucha extraordinariamente fructífera por la justicia en todos los ámbitos de la vida. Quien no los conozca quedará fascinado por la brillante y clara línea de pensamiento que desvela los fundamentos históricos y sistemáticos de nuestra civilización, que pone en peligro las condiciones de vida de la vida humana, y al mismo tiempo muestra el inicio del desarrollo de una nueva cultura de la vida.

El nucleo del libro es el sexto capítulo sobre la dialéctica marxista y el humanismo de la praxis (págs. 200 y ss.). Muestra, como dice el propio Marx en 1859, que el avance decisivo para su pensamiento futuro se produjo en su ensayo sobre la revisión crítica de la filosofía hegeliana del derecho en 1844, que afirma: «La crítica de la religión termina con la enseñanza de que el hombre es el ser supremo para el hombre, es decir, el imperativo categórico, derribar todas las condiciones en que el hombre es un ser degradado, esclavizado, abandonado, despreciable (MEW 1.385).» Esta frase ya contiene el criterio para su obra principal «El Capital», en la que demuestra que la esencia suprema de la sociedad burguesa es el mercado, el dinero y el capital -analizado como un fetichismo (idolatría) de los bienes, el dinero y el capital (cf. en el clímax de este desarrollo en el neoliberalismo la declaración de Angela Merkel de que “la democracia se debe ajustar al mercado”, y el «No hay alternativa»/TINA de Margret Thatcher).

Pero Marx no estaba simplemente de acuerdo con Feuerbach, quien propagaba como alternativa el sentimiento de amar a la sociedad humana. Por el contrario, las verdaderas estructuras inhumanas de la economía, la política y la tecnología capitalistas deben cambiarse mediante la praxis contra la lucha de clases desde arriba. Esto se debe a que «La producción capitalista sólo desarrolla… la tecnología y la combinación del proceso de producción social al mismo tiempo que socava los resortes de toda riqueza: la tierra y el trabajador» (MEW 23,529ss.). Esta frase fue profética en su momento. Hoy todos saben que la continuación de nuestra economía programada para la máxima acumulación de capital y el «modo de vida imperial» estimulado por ella conducen al suicidio colectivo.

En la sección final del primer volumen de «Das Kapital», que todavía fue publicado por el propio Marx, Marx se refiere a un pasaje del poeta romano Horacio: «Un destino amargo empuja a los romanos: el crimen del fratricidio» (MEW, 23 , 740) – lo que para el nieto del rabino, como lo fue Marx es, era por supuesto, extenderse a Caín y Abel, es decir, a toda la humanidad. Por lo tanto, Marx quiere que toda su obra principal sea “interpretada como una acusación de fratricidio como asesinato originario”, es decir, sobre la base de la cultura judía. En esta sección final, contrasta esto con la «república joven gigante», es decir, la sociedad civil organizada, es decir, los movimientos sociales emancipadores, en ese momento sobre todo el movimiento obrero emergente.

Hinkelammert lleva este humanismo dialéctico de la praxis no solo como Marx más allá de Hegel, sino también más allá del propio Marx, aunque con sus propios enfoques. Él ve que los intentos posteriores de poner en práctica el socialismo y el comunismo están moldeados por la ilusión, generalmente moderna, de querer traducir ideales uno a uno en realidad. Pero eso lleva al totalitarismo destructivo, tanto al absolutismo estalinista, como al absolutismo de mercado contemporáneo. Por otro lado, uno tiene que referirse a Marx, quien dice: “Por lo tanto, la humanidad solo se propone tareas que puede resolver, porque en una inspección más cercana siempre se encontrará que la tarea misma solo surge donde las condiciones materiales para su solución ya existen o al menos están en proceso de surgir» (MEW 13:9).

Por lo tanto, es una ilusión simplemente abolir las relaciones mercantiles y el estado. Más bien, en las condiciones actuales, una sociedad alternativa debe diseñarse de tal manera «que imponga una intervención sistemática en los mercados para que el capitalismo salvaje de hoy no pueda destruir todo el entorno de vida de las personas”. Por lo tanto, se trata de «incrustar» (un concepto central para Karl Polanyi) el mecanismo del mercado en las relaciones sociales de todas las personas y de la naturaleza (213). De este modo, la dialéctica marxista se transforma en dialéctica trascendental, es decir, se supera el mito moderno de la factibilidad en el sentido de que la perfecta convivencia de las personas ya no se contempla como un objetivo abstracto a alcanzar, sino como un criterio para toda acción, para decirlo de algún modo (en términos kantianos, como una idea regulativa). Con ello se reivindica la emancipación humana como visión liberadora orientadora: la espiritualidad de un “mundo en el que todos, incluida la naturaleza, tengamos un lugar” (Zapatistas en Chiapas), un mundo del buen vivir (Sumak Kawsay, Bolivia y Ecuador), Ubuntu africano («yo soy cuando tú eres»), la teología de la liberación judía y cristiana (y ahora también islámica), en suma, el humanismo dialéctico de la práctica.

La religión totalitaria del mercado

Pero a esto se oponen poderosas fuerzas y tradiciones de pensamiento, cada una de las cuales fortalece la religión totalitaria del mercado a su manera. Cuatro de ellos, que también están relacionados, se presentan y refutan de manera convincente, vinculados a los nombres de Max Weber, Friedrich Nietzsche, Karl Popper y Friedrich August Hayek. Max Weber defiende el capitalismo frente al socialismo al que denomina como una utopía con “juicios de valor” acientíficos, la ética de la convicción. Al contrario, el capitalismo corresponde, según Weber, a los juicios objetivos, que es presentado con sus propias leyes como una fatalidad insuperable. Hinkelammert prueba que Weber se contradice a sí mismo, al olvidar los juicios fácticos de su metodología, cuando presenta el capitalismo como un sistema racional perfecto. Weber sostiene una utopía antiutópica que ahora está destruyendo la tierra.

Lo mismo ocurre con Friedrich Nietzsche, sobre quien Hinkelammert escribe un gran capítulo, sólo por el cual valdría la pena leer el libro. Nietzsche defiende la sociedad burguesa de la desigualdad frente a los movimientos de emancipación de esclavos, mujeres y trabajadores. Lo hace en la forma radical de representar a las razas nobles frente a las inferiores, al hombre frente a la mujer, al amo frente al esclavo y al proletariado de tal manera que los dominantes encarnan la «voluntad de poder» natural frente a la moralidad que supuestamente rechaza la vida. Por eso polemiza contra el Dios judío que libera a los esclavos, el Dios cristiano que intercede con compasión por los pobres y los débiles, y especialmente, contra Jesús contra Pablo, el «judío errante» con su moral de esclavo. Al hacerlo, no solo prepara el nacionalsocialismo antisemita, sino también el capitalismo de seguridad nacional en el llamado “mundo libre”, como lo hizo EE. UU. con la ayuda de los militares en América Latina, África y Asia para introducir el neoliberalismo que prevaleció las décadas de 1960 y 1970. Personalmente, Nietzsche se derrumbó porque, en contraste con su ideología, que encendió las fantasías de las clases medias posteriores, estaba mal de salud y emocionalmente sensible.

El ideólogo del «mundo libre» Karl Popper, continuó esta tradición después de la Segunda Guerra Mundial al lanzar el lema: «No hay libertad para los enemigos de la libertad, no hay tolerancia para los enemigos de la tolerancia» – libertad entendida como la libertad del mercado. Las dictaduras latinoamericanas en particular se refieren a esto, pero también en Alemania el “Bund Freiheit der Wissenschaft”, que pretendía limpiar las universidades de todos los científicos que aún representaban perspectivas emancipadoras. La ciencia burguesa se equipara a la ciencia en general. Se supone que quien intenta dar sentido al cielo en la tierra está creando el infierno, con lo cual se pasa por alto que precisamente la utopía del mercado perfecto y total genera destrucción e infierno en la tierra.

Lo mismo se aplica a Hayek, quien afirma que todos los desarrollos económicos, sociales y políticos son automáticamente balanceados por la mano invisible del mercado. Al hacerlo, va mucho más allá de Adam Smith, quien todavía vio y admitió, entre otras cosas, que el mercado laboral solo puede estabilizarse con la muerte de los niños de la clase trabajadora. Con Hayek, el absolutismo de mercado adquiere un aura religiosa directa que hay que afrontar con humildad. Al hacerlo, niega los efectos no intencionales del mercado, que conducen empíricamente a la muerte anual de millones y la destrucción de la tierra.

Dios se hace hombre y el hombre hace la modernidad

Luego realiza el análisis de que el capitalismo y el comunismo burocrático. En efecto, la modernidad racionalista en su conjunto, están basados en ilusiones trascendentales y por lo tanto son mortales para la vida de las personas y las sociedades. En otra obra, que estuvo dividida en dos versiones hasta poco antes de su muerte: “Dios se hace hombre y el hombre hace la modernidad. Sobre la crítica de la razón mítica en la historia occidental” y “Utopía, mito, religión. De la crítica de la modernidad a la humanis de la praxis”.

A través de los análisis y refutaciones de Hinkelammert, emergen con claridad los patrones básicos de pensamiento, que explican por qué la sociedad, la política y la ciencia todavía están tomando el camino del suicidio colectivo en lugar de intervenir consistentemente en los mercados y el «modo de vida imperial» (Brandt / Wissen) para cambiar.

Por lo tanto, el libro invita a seguir explicando de manera concreta cuáles son los pasos a corto y mediano plazo para rediseñar el orden de la propiedad, el dinero y el trabajo en el sentido de los derechos humanos y naturales. Esto podría incluir, por ejemplo, los siguientes elementos: Detener la privatización de bienes y servicios básicos (agua, energía, transporte, salud, educación, vivienda, etc.) haciéndolos propiedad pública y vinculando estrictamente toda propiedad privada de los medios de producción al bien común, lo que en realidad está previsto en los artículos 14.2 y 15 de la Constitución alemana, pero hace tiempo que dejó de cumplirse; la organización del dinero como propiedad pública en lugar de una mercancía para aumentar el dinero, y un sistema fiscal justo y progresivo; la organización del trabajo en forma cooperativa, con estricta codeterminación y justa distribución mediante la reducción de la jornada laboral. En este sentido, debe hacerse referencia a los libros comunes a los que se hace referencia en las notas 7 y 8 anteriores.

Las líneas de pensamiento esbozadas aquí, demasiado brevemente, muestran la rica cosecha que ha producido la vida de Franz. Muestra de ello es que en 2006 fue el primero en recibir el Premio Libertador en Venezuela. Para continuar utilizando esta cosecha de una gran vida, para llevarla al trabajo de una gran transformación socioecológica que coloque la vida sobre una nueva base económica, social, política y, sobre todo, cultural y espiritual, esta tarea nos heredó a nosotros. Franz Hinkelammert. Solo podemos cumplirla juntos.

Traducción del alemán: Pedro Morazán

[1] Elaborado más tarde en mi libro: Weltwirtschaft heute – ein Feld für bekennende Kirche?. München: Kaiser (1986), 1987 2. edición.

[2] Ver Michael Ramminger: »Wir waren Kirche inmitten der Armen». Das Vermächtnis der Christen für den Sozialismus in Chile von 1971-1973. Münster.

[3] DEI Primera edición, 1977. Segunda edición, 1981, Departamento Ecuménico de Investigaciones.

[4]    Con Henry Mora Jiménez: San José: DEI, 2005.

[5] Con Ulrich Duchrow: Oberursel: Publik Forum (2002), 2005 2. Edición

[6] Con Ulrich Duchrow: New York: Palgrave MacMillan, 2012. (http://ulrich-duchrow.de/wp-content/uploads/2017/02/0000-Buch-Gieriges-Geld-komplett-9783466370696.pdf.