El fuego de la libertad

No cabe duda que el decenio comprendido entre los años 1933 y 1943 puede ser considerado como el período más oscuro de la modernidad. Nada de lo que había sido definido por Inmanuel Kant como “Ilustración” en su famoso ensayo “Was ist die Aufklärung”, ni las conquistas de la gran revolución francesa que enarboló las banderas de la razón contra el obscurantismo religioso y el absolutismo medieval, parecían ya tener validez alguna ante el sonido marcial de las botas de la Wehrmacht nacionalsocialista. Y mientras el gran filósofo alemán Martín Heidegger se volvia miembro del partido Nazi (NSDAP) en 1933, el nostálgico berlinés Walter Benjamin y la gran filósofa Hanna Arendt, prisionera de la Gestapo por 5 días, salían huyendo de la persecusión de las hordas nazis en dirección al Paris de Sartre y de Beauvoir. Europa no salía de su espanto mientras la Wehrmacht ocupaba un país tras otro, Austria, Checoeslovaquia, Polonia y la misma Francia antes de lanzar su ataque apocalíptico contra la Unión Sovietica, donde Josif Stalín otro dictador sanguinario, hacia de las suyas con el exterminio de toda disidencia en sus Gulags. También Trotzky hacia estación en París. España agonizaba con el triunfo del Franco monárquico contra la emancipación republicana y en Italia, Mussolini triunfaba con su fascismo mientras Antonio Gramsci agonizaba en las prisiones fascistas. Era, en efecto, la gran crisis de la modernidad, un reto para el pensamiento filsosófico.

Wolftam Eilenberger, filósofo alemán contemporaneo, publicó en septiembre de 2020 su libro “El fuego de la libertad“, cuyo subtitulo “El refugio de la filosofia en tiempos sombríos 1933 – 1943″ nos lleva de la mano hacia lugares cruciales para la “existencia” (Dasein), la libertad, el tiempo y la nada en esos duros años. Pero también para el feminismo y la emancipación de género. En el centro de ella se encuentran cuatro mujeres, cuatro grandes pensadoras, quizas no sea exagerado afirmar “las cuatro grandes filósofas” del siglo XX: Hanna Arendt, Simone de Beauvoir, Simone Weil y Ayn Rand como testigas presenciales de esa época. Lo sé muy bien, hablar así, es un atrevimiento y quizas un sacrilegio, si tomamos en cuenta que tanto Hanna Arendt como Weil y Rand negaran (casi) siempre ser filósofas. De hecho unas de las últimas palabras de Weil antes de morir fue “soy filósofa”. La ya legendaria humildad femenina, si tomamos en cuenta que la una hizo su tésis doctoral en filosofía nada más ni nada menos que ante su mentor y amigo hasta la muerte Karl Jaspers y la otra obtuvo las mejores notas en el examen de admisión a la facultad de filosofía en París, superando incluso a de Beauvoir que quedó en segundo lugar en su momento (y ella misma solo superada por Sartre). Debo confesarlo, este libro fué uno de mis mejores regalos al pié del árbol navideño. Después de abrirlo y empezar a leer sus primeras páginas ya no pude dejarlo de lado. Eilenberger es conocido para mi, por sus apariciones en la televisión alemana o su columna filosífica en el semanario “Die Zeit“. Sabía de la existencia de su bestseller “Tiempo de magos: La gran década de la filosofía: 1919-1929“, que dicho sea de paso aun no he leido, todavía.

De izquierda a derecha: Hanna Arendt, Simone de Beauvoir, Simone Weil y Ayn Rand. (Foto: Getty images (2), imago/Leemage, AP)

Es quiza un tanto exagerado afirmar que la filosofía estuviera en peligro de muerte en la década entre el 1933 y el 1943. Son los años de Hitler y su nacionalsocialismo y si tomamos en cuenta que tres de las cuatro protagonistas eran judías, ya podemos imaginarnos el drama que se presenta ante nuestros ojos a lo largo de casi 400 páginas de lectura cautivante. La obra se mueve entre Nueva York y París, con pequeñas excursiones a Hollywood u otros lugares de la provincia francesa donde Simone Weil tenía su radio de acción. Evidentemente que para el caso de Hanna Arendt tanto Alemania como Paris y Nueva York eran escenarios obligatorios. Debido a la situación, pero también porque la mas filosófica de las cuatro, de Beauvoir habitaba en Paris, esta ciudad aparece como el centro gravitacional del ensayo.

Pero no solamente los cafés y las alcobas de París son parte del escenario. También personajes claves de la historia vinculados a estas grandes mujeres de la filosofia y la literatura son testigos y actores de esta historia. Jean Paul Sartre, por ejemplo, es mención obligatoria cuando se trata de escribir o describir el accionar filosófico y literario de Simone de Beauvoir. En el largo peregrinaje de Hanna Arendt sobresale el dramático destino del gran Walter Benjamin, a quien ella apoyó hasta su trágico suicidio en los pirineos, huyendo de la persecución nazi, después de haberle encomendado a Hanna Arendt una parte de sus manuscritos. Evidentemente que para mi, Arendt representa como nadie el drama de la existencial de intelectualidad europea de la época. Su lucidez siempre presente a la hora de valorar una situación que, todavía resultaba imprecisa para la emigración judía en Francia. Su nuevo estatus de apátrida y no de “paria” (ella diría “parvenu”) consecuencia de las llamadas leyes de Nuremberg de 1935, que negaban a los judíos la ciudadanía alemana convirtiendolos en apátridas. Su intento de convencer a Benjamín de esperar todavía unos días antes de lanzarse a la aventura de un escape a travez de España con una dosis letal de morfio en su equipaje. Para la mayoria de los que lo lograron, se trataba de un golpe de suerte. Fue el caso de Hanna Arendt que si logró cruzar la frontera y llegar hasta Lisboa, cargando con su madre, no sin antes buscar, sin éxito la tumba de Benjamin. Es triste el destino del gran Walter Benjamin, su situación desesperante se la describía a su amigo Theodor Adorno que habia logrado huir antes a Nueva York.

Eilenberger es un filósofo que escribe mucho sobre la vida de cuatro filósofas y menos sobre la filosofia de cuatro escritoras. Por ello mi expectativa inicial era encontrar el hilo conductor que vinculara las posiciones filosóficas, políticas y literarias de esas cuatro grandes mujeres no fueron del todo satisfechas. Esa es quiza, para mi, una de las debilidades del libro: Lo biográfico parece estar por encima de lo filosófico. Es evidente que no siempre dicha tarea hubiese sido coronada por el éxito, pero el título del libro suena a promesa en esa dirección. Y de hecho Eilenberger hace algunas referencias cruzadas, que parecen más bien casuales. Así por ejemplo salta a la vista que la visión del “egoismo racional” en el “objetivismo” de la atea Rand en Nueva York, aparece diametralmente opuesta al “altruismo” religioso de Simone Weil en Marsella. Para mi gusto, la lucidez política de Weil aparece un tanto opacada en la obra, que prioriza más una descripción un tanto exagerada del mesianismo, que de hecho era evidente en la vida de Weil. Al respecto el autor cita a Simone de Beauvoir, quien en su autobiografía describió su único encuentro con Weil de la siguiente manera: “La envidiaba porque tenía un corazón capaz de latir para todo el mundo. Un día pude conocerla. No sé cómo entablamos conversación; me explicó en un tono cortante que una sola cosa contaba hoy en toda la Tierra: una revolución que diera de comer a todo el mundo. De manera no menos perentoria le objeté que el problema no es hacer felices a los hombres, sino encontrar un sentido a su existencia. Ella me miró fijamente. ‘Cómo se nota que usted nunca ha pasado hambre’. Este fue el final de nuestras relaciones”.

Weil fue una militante política en cada segundo de su vida. Luchó al lado de los republicanos en la guerra civil española y fue miembro activo de la resistencia francesa. En su piso en París le dió asilo político a Leon Trotzky y su esposa Natalia Sedova, no sin evitar por ello tener fuertes discusiones políticas que llegaron a exasperar al ruso. Weil era una convencida anti-estalinista y, a pesar de ser militante política socialista no se mordió la lengua para criticar a los comunistas estalinistas tanto en Alemania como en Francia. Me parece que el libro pudo haber puesto más de relieve la militancia política de Weil con su orientación filosófica, tal y como lo hace con Rand en su activismo político contra Roosvelt en Nueva York. Era parte del Zeitgeist reflexionar sobre la relación entre individuo y colectivo como categorías politológicas heredadas de la ilustración. Al contrario de Rand, Weil nos muestra que se puede ser anti-estalinista sin convertirse por ello en una militante del capitalismo salvaje. Eilenberger llega a Rhodos, pero no salta debido quizas a que se esmera en mantener una distancia filosófica con respecto a sus heroínas.

Quién sabe, quiza alguna vez Hanna y de Beauvoir cruzaron el mismo semáforo o frecuentaron el mismo café sin tomar nota la una de la otra en París. De hecho lo que resalta en el libro, es una relativa indiferencia de Simone de Beauvoir, no solo en lo referente al destino de los refugiados, que de hecho no le era desconocido, sino incluso a la actitud frente al gobierno colaboracionista de Vichy. Simone de Beauvoir es sorprendida por los acontecimientos en un momento de su vida (tenía apenas 25 años de edad!), en el que para ella lo más importante era definirse como individuo que reconocía su existencia más allá de las conciencias de los otros. Es más bien el hecho de que, al contrario de Weil, desarrolla sus reflexiones filosóficas sobre Hegel y Heidegger, para encontrar la relación entre el espiritu universal y “la esencia del Dasein que reside en su existencia”, si no entendí mal al autor. Leyendo Eilenberger uno tiene la impresión que de Beauvoir no toma nota de la situación política del momento, más que a traves de las cartas que le enviaba Sartre desde la carcel en Treveris, Alemania. No sé, quiza esto solo sea parte de mi lectura de las cosas o de la insistencia del autor sobre la vida bisexual de de Beauvoir. Insisto, no soy filósofo.

La Hanna Arendt del año 1933, es decir a los 25 años de edad, se encuentra en un proceso de politización muy específico determinado por el contexto en el cual vive y trabaja. El lider sionista Kurt Blumenfeld le da la tarea de trabajar para una organisación sionista realizando una investigación sobre la historia del antisemitismo en Alemania. Una tarea altamente peligrosa en el año de ascenso de Hitler al poder. Su compromiso y actividad política de ese tiempo era algo que no dependía de ella, como bien lo expone Eilenberger. Los procesos de politización y sensibilización de Hanna Arendt tienen lugar debido la presión ejercida sobre ella como judía, por el surgimiento del régimen nazi. Dio protección en su casa a perseguidos y refugiados judíos y comunistas y fue apresada por la Gestapo durante 8 días. Eso determina su análisis de las posiciones de Rahel Varnhagen y, sobre todo la legendaria respuesta, que después de largas reflexiones, le envia a sus gran maestro Karl Jaspers, quien le pedía comentarios sobre su publicación “Max Weber la esencia alemana en el pensamiento político, en la investigación y la filosofía”. Arendt le responde de manera tardía. Tuvo luchas internas para elaborar su respuesta en una carta escrita el primero de enero de 1933: “Para mi Alemania es la lengua materna, la filosofía y la poesia. Pero estoy obligada a tomar distancia, no puedo estar ni a favor, cuando leo la frase extraordinaria de Max Weber, “para refrescar a Alemania el haría el incluso un pacto con el mismo diablo”. Definitivamente Arendt no tenía ningún motivo para para formular himnos de alabanza a la supuesta “esencia alemana”, descrita por Jaspers a destiempo.

Como es bien sabido, Hanna Arendt fue amante de Martin Heidegger en sus tiempos de joven estudiante. Conocía mejor que nadie el sistema filosófico de Heidegger, cuyo pensamiento ejerció una fuerte influencia en su método de análisis. Sin embargo, Hanna Arendt nunca renunció a su identidad judía a pesar de no tener nexos religiosos. “Si te atacan como judío, debes defenderte como judío“, era su principio. Antes de emigrar a Francia había ya desarrollado una incesante investigación sobre la cuestión judía que había culminado con su ensayo “Aufklärung und Judenfrage” (Ilustración y cuestión judía). No queda muy clara, en la obra, tampoco en Arendt la vinculación entre su trabajo político por el zionismo y la creación de un Estado judío y sus reflexiones filosóficas.

El libro de Eilenberger es una gran joya que me inspira a reflexionar sobre estas cuatro grandes mujeres. Lo más valioso es el intento de Eilenberger de ponerlas juntas como sujetos históricos en una época decisiva en la historia de la humanidad bajo un categoria filosófica que las identifica: la libertad. Ese solo hecho no es “comida de pencos” como diría un hondureño en lenguaje popular. Para ser más exacto, resaltar que se trataba de tres mujeres que le dieron un refugio, sino a la filosofía, por lo menos a la libertad de la existencia individual, en momentos en que se veia amenazada por el colectivo, es uno de los grandes logros de esta obra que para muchos puede resultar un tanto ecléptica. El libro cierra con un capítulo en el cual se resume la obra de las tres filósofas en la post guerra. Tuve la impresión que ese capítulo fue escrito un tanto a la carrera y por eso me resulta un tanto incompleto, lastimosamente. Hubiese sido interesante por ejemplo, contrastar la producción de Hannah Arendt sobre el existencialismo con la evolución de dicho pensamiento en de Beauvoir. Creo que precisamente para los que no conocemos al detalle la herencia de estas filósofas, hubiese sido importante hacer, no tanto una hexegesis, sino más bien un balance histórico más elaborado de lo que vino después, colocandolas quiza de manera mas reluciente a la luz de la herencia de su obra.