© Lucia Gallardo, 21.112022
Estamos viviendo un momento tecnológico sin precedente. Los ciclos de invención son más rápidos que nunca antes Pero además estamos observando que la invención ahora abarca todas las esferas de nuestras sociedades. Por estas razones, tenemos una oportunidad de entender cómo la tecnología no solo resuelve problemas, sino también influye en ciertos fundamentos que debemos cambiar para luchar contra la desigualdad.
Por ejemplo, el uso del blockchain (“cadenas de bloques”) y de estrategias de datos inteligentes (“data intelligence”) podrían ayudarnos a desarrollar estrategias de mayor valor y retorno para incentivar la educación o la protección ambiental. De igual manera podrían contribuir a dar incentivos, por medio del progreso cotidiano, a comunidades que quizá tengan menos probabilidad de generar altos ingresos y, por lo tanto, no puedan fomentar la educación, o la protección social. Con estas mismas tecnologías se pueden crear, por ejemplo, sistemas para registrar y certificar títulos de tierras y propiedades en comunidades rurales o mejorar los sistemas de transporte público con el análisis de data de acuerdo a demanda y tráfico en tiempo real.
Igualmente, proyectos que utilicen inteligencia artificial para analizar condiciones del mercado laboral y desempleo para fomentar la migración interna, de acuerdo a las situaciones de desarrollo económico de los pueblos y ciudades de un país, pueden ayudar a hacer crecer ciudades y comunidades.
Han habido grandes avances en todos estos aspectos de la digitalización. Como ya es bien sabido, la desigualdad se beneficia de la asimetría de la información. Dónde hay asimetría de la información, prosperan la corrupción, la manipulación y las dinámicas de mercado que empobrecen más a los ya pobres y recompensan a los malos actores sociales. Solamente mediante un mayor acceso a la información se puede lograr mayor transparencia. Hoy, la tecnología tiene la capacidad de luchar contra esa asimetría de la información por medio de la trazabilidad, con análisis de datos, con automatización y otros muchos otros beneficios que permiten que todos los miembros en una cadena económica crezcan juntos.
Sin embargo, hay varios factores a evaluar. El primero es que el desarrollo sostenible no solo se relaciona con el medio-ambiente, sino también con el desarrollo social y económico. Todo proceso de automatización consume energía. Pero la digitalización es más efectiva para que todos tengamos mayor facilidad para hacer trámites y no tener que recurrir a un banco físico, superando a veces grandes distancias usando combustibles, por lo que el consumo de energía de un sistema digital tiene, por lo general, mejor retorno que el de uno no digital.
Además, debemos considerar qué tipo de energía se consume. Los países nórdicos como Suecia o de Europa meridional como Austria, producen energía renovable como la fuente principal o casi principal para sus países. Las fuentes de energía son más importantes que el consumo de energía. Y, finalmente, la tecnología ofrece muchísimas oportunidades para reinventar nuestra eficiencia energética.
Uno de mis proyectos recicla el calor emitido por nuestros servidores y los convierte en una fuente nueva de calentamiento del agua, que de otro modo, hubiera necesitado electricidad. Utilizamos este calor producido, para calentar agua y luego distribuirla a edificios de vivienda social y a hospitales públicos. Al reciclar la calefacción, tenemos un impacto enorme en cuanto al bióxido de carbono que emitimos, por lo que este sistema tiene un impacto positivo ante la lucha contra el cambio climático.
Además, los sistemas de blockchain pueden ayudar a darle mayor transparencia a los mercados de bióxido de carbono, de biodiversidad y otros créditos con impacto social. Actualmente, estamos trabajando con proyectos para diseñar instrumentos financieros que suben y bajan de valor en tiempo real, de acuerdo al progreso ambiental que se logra por parte de los gobiernos o clientes finales. Estas oportunidades son hoy más posibles que nunca gracias a la tecnología.
Una de las muchas oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías son las llamadas ciudades inteligentes. Hasta ahora la aspiración de crear ciudades más digitalizadas y más inteligentes ha estado fundamentalmente en oposición de las metas nacionales y globales para combatir el cambio climático. Es bien sabido que digitalizar, por naturaleza, consume más energía, emite más bióxido de carbono y tiene un impacto agresivo sobre el medio ambiente, contribuyendo al cambio climático.
Es importante reconocer que la tecnología no tiene una relación unidimensional de causa-efecto con respecto al progreso. La tecnología es una herramienta neutral, que puede tener repercusiones buenas o malas dependiendo de las personas que la usan y de las estrategias de implementación de los diversos actores.
Por ejemplo, para qué sirve poner una cámara de seguridad dirigida a una pared? Pues para nada. Instalando una cámara que observa solo una pared, tienes más tecnología, pero el resultado es que se monitorea la pared y no la puerta que está bajo otro ángulo de la cámara. Cuando hablamos de ciudades inteligentes, tenemos que evaluar bien, cuál es la estrategia que se aplica, qué tecnología está presente y como está compuesta. Además, y esto es quizás lo más relevante, qué impacto tiene el uso de dicha tecnología. Por eso también es importante que los ciudadanos se informen de cómo está siendo implementada la tecnología en su ciudad. Y es por esto que los países y ciudades líderes que hagan las cosas bien y den información y transparencia a sus ciudadanos sobre la ruta para volverse una ciudad inteligente van a ponerse al frente, desarrollando formas increíblemente más competitivas a nivel mundial.
Para lograr mayor acceso a la tecnología y la información en países como Honduras, hay que desarrollar dos estrategias paralelas. Una es la de ir a encontrar a las personas allí donde están. Esto significa por ejemplo, diseñar productos y soluciones que se puedan usar desde un teléfono móvil no inteligente, que tengan interfaces comunales, que pueden también usarse sin conectividad y demás.
Al mismo tiempo, debemos desarrollar la infraestructura digital necesaria, para penetrar más regiones aisladas, ya sea por satélite u otro mecanismo. Finalmente, es esencial considerar que la penetración de conectividad no es suficiente para digitalizar una economía. Es necesario también ayudar a educar sobre el uso de la tecnología y tener interfaces intuitivas para las personas. una interface intuitiva es la que se emplea sin realizar mayores esfuerzos de razonamiento y sin necesidad de que sea brindada una explicación sobre cómo interactuar con ella: Un lápiz es por ejemplo una interface intuitiva para escribir.
Hace varios años, hice un estudio sobre la penetración de teléfonos inteligentes en mercados emergentes y encontré información que indicaba que, aunque en América Latina estaba subiendo rápidamente la cantidad de personas que usaban teléfonos inteligentes, la gran mayoría de las personas los utilizaba de la misma forma que usaban su teléfono no inteligente: para mandar mensajes de texto y hacer llamadas. Lo nuevo quizás, era el uso de Facebook y WhatsApp, pero todo lo demás seguía igual.
Es decir que todo el potencial que tiene un teléfono inteligente no está siendo explorado y que las aplicaciones que se están desarrollando quedan sin descargar y sin usar. En el mejor de los casos si se descargan pero, pero no se usan. Claro, esto cambia con el tiempo, pero es un tiempo que podríamos reducir analizando bien en nuestras estrategias de penetración de mercado.
En Emerge pensamos muchísimo en la implementación y en los efectos directos e indirectos que puedan tener nuestras soluciones. Realizamos análisis a fondo para fortalecer la adopción y para mitigar consecuencias no intencionadas. Me ha tocado dar clases de uso de tecnología en campamentos de refugiados, explicarle la misma cosa a más de alguna persona, múltiples veces con paciencia. Es más, una vez tuve que destruir un sensor inteligente ante una comunidad para demostrarles que el aparato era lo que decíamos que era.
Emerge es un galardonado laboratorio de experimentación con un único objetivo: sentar nuevos precedentes sobre la forma en que convergen el desarrollo sostenible, la tecnología exponencial y los comportamientos socioeconómicos. Hay que ser suficientemente humildes para encontrar a las personas donde sea que estén, en su paso a la cuarta revolución industrial. Los innovadores que comprendan eso lograrán sus objetivos.
Sobre la autora:
Lucia Gallardo, hondureña, nominada a Mujer del Año 2022 por UC Berkeley e invitada al II Foro de Ciudades Inteligentes del Área Metropolitana del Valle de Aburrá, habló con Colombia Visible sobre la manera en que los avances tecnológicos pueden cerrar las brechas sociales y económicas tan presentes en las ciudades latinoamericanas.
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