© Pedro Morazán, 12.07.2025
Entre innumerables videos de Instagram, me llegó hace unos días uno con la imagen de una hermosa Salma Hayek contrastando las platitudes de los fanáticos de Trump con los datos reales acerca de la contribución de trabajadores y pequeños empresarios, mejicanos y centroamericanos, al éxito de la economía norteamericana. De igual manera, otros artistas prominentes de origen latino han contribuido a la constante renovación cultural de lo que acostumbramos a llamar el “coloso del norte”. Lamentablemente Donald Trump y sus partidarios parecen haberle declarado una guerra cultural a la “comunidad hispánica” (así les llaman a los latinos), que podría causar enormes daños, no solo a los Estados Unidos, sino también a muchos otros Estados en el “cono sur” del continente americano. En ese contexto histórico, me cayó en las manos el último libro del historiador Quinn Slobodian, bajo el título «Hayek’s Bastards» (Los bastardos de Hayek), en el que reflexiona sobre el origen de la ira cultural de la derecha obscurantista.
Asistimos a una suerte de guerra cultural al interior de la corriente liberal que Slobodian trata de poner ante el caleidoscopio de las ideas económicas de esta corriente del pensamiento, que tiene como mentor al economista austríaco Friedrich Hayek. Para Slobodian esa guerra cultural se remonta a los años de la caída del muro de Berlin y la derrota del socialismo real de corte soviético. Observando el repertorio mediático de dicha guerra cultural surgen para nosotros algunas preguntas justificadas: ¿Existe alguna relación entre el neoliberalismo y el auge del populismo de derecha? ¿Por qué se agudiza ahora esta guerra cultural de derecha? ¿Está en peligro la prosperidad de Estados Unidos y Europa? ¿Qué objetivos persiguen los partidarios de ultraderecha de Trump?
Friedrich Hayek fue un gran economista austríaco nacido en Viena en 1899. Considerado el máximo representante del neoliberalismo, Hayek recibió el Premio Nobel de Economía en 1974. Hayek se volvió famoso por haber sostenido tesis contrarias a las de John Maynar Keynes en los años treinta. En obras como “Camino de Servidumbre” o “Los fundamentos de la libertad”, hace gala de una enorme profundidad de pensamiento, no solamente en el ámbito económico, sino también en el área de la llamada filosofía social.
Hayek fue uno de los motores de la llamada “Sociedad Mont Pèlerin”. En el lujoso lugar Mont Pèlerin, a orillas del lago Lemán, en la acaudalada Suiza, se reunían regularmente los astros del liberalismo de la postguerra, entre los cuales el más prominente era, aparte del susodicho, Ludwig von Mises (1881-1973), máximo representante de la llamada Escuela Austríaca. Como bien se sabe, en medio de la crisis económica general de la preguerra, tuvieron auge las ideas colectivistas tanto de derecha como de izquierda. Las unas propugnaban por el fascismo de corte hitleriano, las otras por un socialismo de corte soviético.
Slobodian ya se había ocupado con el neoliberalismo de la Escuela de Ginebra en su obra “Globalistas”. Disfrasado de un slogan de la libertad del individuo, el neoliberalismo de Hayek, no es otra cosa más que la creación del marco jurídico y político para la libre circulación del capital y contra los intentos redistributivos de gobiernos y organizaciones gremiales. Se trataba de hecho de una variante del ordoliberalismo de Friburgo. Sin embargo Hayek y su Escuela de Ginebra trasciende el liberalismo de Friburgo, al formular la aspiración por un orden jurídico neoliberal a escala global. Por ello Slobodian utiliza el término «ordoglobalismo» para caracterizarla. Para Slobodian, más que la emancipación humana del paternalismo estatal, el neoliberalismo globalista de Hayek buscaba alcanzar la libertad global para la expansión del capitalismo.
Como bien se sabe, a diferencia de los hijos legítimos, los bastardos son los hijos nacidos fuera del matrimonio, es decir los hijos ilegítimos. Agregada a esta definición existe la idea de que un bastardo es una persona que actúa con mala intención. Dicha definición es aplicable, en ambas acepciones, para lo que Slobonian nos quiere aclarar en su más reciente obra.
Una de las tesis centrales del libro es que el populismo de derecha que gobierna actualmente Estados Unidos y gana creciente influencia en Europa, no es una reacción contra el neoliberalismo. Este es, según Slobonia, un falso supuesto, ya que es evidente la existencia de fuerzas influyentes dentro de la derecha emergente que pueden ser identificadas como variantes del neoliberalismo. Esta es, en mi opinión, una distinción crucial que echa por la borda la idea de que estamos ante un nuevo movimiento que rechaza de lleno las ideas formuladas por Hayek y sus adláteres. Son bastardos, descendientes ilegítimos, porque, si bien es cierto que lo que predican tiene muy poco que ver con lo que Hayek realmente defendía, esto no los convierte en socialistas o socialdemócratas. Todo lo contrario, ellos predican la protección del capital privado, pero ven la globalización desde un prisma excesivamente nacionalista y rascista.
Los «bastardos» de Hayek, al contrario de sus «hijos legítimos»— tomaron la idea de las diferencias humanas y la tergiversaron. Mientras Hayek asumía que las personas son culturalmente diferentes, sus «bastardos» usan ahora la genética para formular sus tesis racistas. Para Hayek, dentro de los “ordenes espontáneos” se produce un proceso evolutivo de selección de prácticas más exitosas que se imponen contra las menos exitosas. Sin embargo, para que esto ocurra, las sociedades tienen que contar con reglas y costumbres que permitan que ocurra dicho proceso. En ningún momento Hayek vinculó dichos procesos evolutivos con características biológicas o raciales. Es más, muchos autores identifican en Hayek una paradoja, pues para salvar el liberalismo, propugna a veces por un intervencionismo cultural. Eso no es harina de otro costal, pero desbordaría ahora los estrechos limites de esta reseña.
En un artículo escrito ya en 2021, Slobodian afirmaba que se trataba de una “pelea en la familia” entre hijos legítimos e ilegítimos: Tanto los neoliberales como la nueva derecha anti globalista desprecian igualitarismo, la igualdad económica global o la solidaridad más allá de las fronteras. Para ambos el capitalismo es un proceso inevitable. Lo que tienen en común es que ambos consideran a Friedrich Hayek como su mentor. Steve Banon, uno de los ideólogos mas importantes en el entorno de Donald Trump, lo pone en evidencia cada vez que tiene la oportunidad.
Banon había mencionado a Hayek como su mentor cuando fue invitado por Roger Köppel, editor del periódico, político del derechista “Partido Popular Suizo” y miembro de la Sociedad Friedrich A. von Hayek. Köppel le entregó a Bannon la primera edición de su periódico, “Weltwoche”, mientras susurraba que era «de 1933», una época en la que el mismo periódico había apoyado la toma del poder por los nazis. Cabe mencionar aquí, también a Barbara Kolm. Como bien se sabe Barbara Kolm, antigua directora del Instituto Hayek de Viena, era también miembro de la comisión que pretendía crear las famosas Zonas de Empleo y Desarrollo Económico (ZEDES) en Honduras. Esta “hija bastarda” de Hayek es también miembro de la Sociedad Mont Pelerin y cuenta con credenciales neonazis de amplia cobertura.
La disputa por la herencia del legado de Hayek aun se mantiene y parece no haber sido resuelta. Todo parece indicar que has una división al interior de la “Sociedad Alemana de Hayek”, ya que algunos de sus miembros decidieron aliarse con los racistas. Estas divisiones parecen haberse intensificado con la llegada de Trump y sus neoderechistas al poder. Especialmente el anunciado aumento de las tarifas aduaneras, algo que contradice frontalmente la idea neoliberal y globalista de Hayek, parece haber creado las primeras fisuras. Las leyes anti migratorias y la política abiertamente racista de Donald Trump, podrían haber llevado las diferencias a un punto álgido. La extrema derecha suele, en palabras de Slobodian, adoptar un enfoque doble: una estrategia parlamentaria y otra extraparlamentaria. Cuentan con políticos que cumplen las reglas, acuden al parlamento y pronuncian allí sus discursos. Además, en algunos países europeos cuentan con una especie de fuerza de choque, compuesta por jóvenes, casi paramilitares, dispuestos a usar la intimidación e incluso formas de violencia para intimidar a sus oponentes.
Una vez fallecido el padre, muy difícilmente se podrá saber cual de los herederos logrará llevarse la parte más grande el tamal. Aunque no ofrezca una respuesta definitiva a este dilema, considero que este nuevo libro de Slobodian, nos ofrece la oportunidad de reflexionar sobre los dilemas a los que se enfrenta la humanidad actualmente. ¿Hasta que punto lograrán economías pequeñas como la hondureña navegar tranquilamente en aguas torrenciales? ¿Qué destino les espera a las empresas norteamericanas que dependen de la fuerza laboral migratoria que llega desde Centroamérica? Como bien lo Afirma Slobodian, Trump no tiene ideas libertarias, al contrario, él depende en gran medida del apoyo del gobierno. En esto no se diferencia de Elon Musk, quien como bien se sabe fue más que un “tonto útil”. Lo preocupante de todo esto es que, en definitiva, esta nueva ola ultraderechista constituye un enorme reto para la institucionalidad de la democracia, no solamente en los países ricos, sino también en el llamado Sur Global.